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Spannabis 2015

Spannabis 2015

El fin de semana del 20 al 22 de Marzo de 2015 se celebró una nueva edición de Spannabis (y ya van 12).


Como muchos de vosotros ya sabréis Spannabis es una de las ferias cannábicas más importantes del panorama europeo y mundial. Sólo con echar un vistazo a las cifras (que en esta edición han rondado los 34.000 asistentes, 200 expositores y más de 500 empresas del sector) se confirma que estamos ante uno de los eventos más grandes en torno a la marihuana de los que se realizan en todo el planeta.

Las ferias, aparte del evidente encuentro comercial y empresarial que realmente son, nos sirven para medir el pulso del panorama cannábico por varios motivos: el principal, es que se trata de una radiografía perfecta de la salud de un sector, ya que en un mismo espacio se reúnen el tejido empresarial, los movimientos colectivos, comunitarios o activistas (como prefieras llamarlos), y el público en general, es decir, todos los actores que de una forma u otra componen este movimiento. Y no hay nada mejor que asistir a la feria más importante de nuestro país, para saber cómo está el tema en España.
Y tras nuestra visita este año a Spannabis y la posterior digestión de toda la información recibida, nuestra conclusión es positiva, aunque un poco contradictoria. Pero no nos anticipemos y vayamos por partes…

Hemos podido constatar en primera persona que la faceta económica del sector funciona, o mejor dicho, sigue funcionando. Muchas empresas, tanto nacionales como extranjeras, siguen eligiendo Spannabis para dar a conocer sus productos y para hacer negocios en stands decorados por todo lo alto y sin reparar en gastos, síntoma inequívoco de que la cosa va bien. De lo contrario, habríamos sido testigos de un descenso de las empresas participantes, y no ha sido así. Compañías y empresarios de todo el mundo se citan en esta feria para cerrar negocios de muchos miles de euros. Pero esto quizá sea lo más evidente. No podemos olvidar que la principal función de una feria es el negocio.

También ha quedado patente que los movimientos colectivos (dígase Asociaciones, CSC’s y demás actores del activismo social cannábico) a pesar de lo convulso del panorama asociativo, siguen evolucionando en su lucha por el bien común, es decir, la regulación de una sustancia y de unos usuarios que se encuentran todavía desamparados y cada vez más expuestos a leyes injustas. Y también a pesar de los avances conseguidos en varias provincias de nuestro país, todavía quedan muchísimos escollos por superar.

Y por último, la asistencia de público también ha crecido: 4.000 nuevos asistentes desde la anterior edición es un número nada desdeñable. Un público heterogéneo, compuesto por gentes de todo tipo, origen y condición, pero con un interés común: el cannabis.

Mención aparte merecen las charlas, mesas redondas y conferencias organizadas por Spannabis bajo el nombre de World Cannabis Conferences, en las que hemos podido constatar que el nivel de investigación científica y aplicaciones terapéuticas del cannabis se encuentra en la primera línea a nivel internacional. 
Interesantísima la mesa redonda del Viernes por la tarde, moderada por el doctor Fernando Caudevilla y referente a los usos medicinales y terapéuticos del cannabis y a los avances científicos que se están desarrollando en nuestro país. Para resumiros lo que allí se habló, os diremos que se están consiguiendo avances en este terreno y que todavía falta mucha investigación y experimentación clínica para poder confirmar lo que a día de hoy todavía son suposiciones.

Otra de las conferencias a la que pudimos asistir el Sábado por la mañana fue a la presentación de la iniciativa Regulación Responsable, y del mismo modo, quedó patente que hay una línea de acción clara y bien definida, pero que incluye algunas sombras… por ejemplo, nos llamó la atención la problemática que existe en relación con la comercialización del cannabis. Quizá el movimiento regulador peca de idealista en ciertas cosas, como por ejemplo dando por sentado en demasiadas ocasiones que todos los consumidores de cannabis son también cultivadores, o que desean unirse a Asociaciones o Clubes Sociales Cannábicos. Cuando la realidad ni mucho menos se acerca a esa situación. La verdadera libertad radica en acceder a una sustancia por la vía que más se adapta a nuestras necesidades y voluntades, y uno puede ser consumidor de cannabis sin querer pasar por estos trámites. No debemos temer el acceso al cannabis por parte de terceros, ni la mercantilización de una sustancia, porque esto sucederá en el momento en el que se regularice, lo queramos o no. Roza lo absurdo pensar en la legalización o regulación de una sustancia sólo para un determinado perfil de personas. Lo que debemos tener claro es que los mercados que surjan a raíz de una regulación o  legalización deberán ser controlados del mismo modo o en la misma medida que se regulan otros mercados. Y quizá lo único que se necesite para ello sea unos controles de calidad estrictos y una defensa firme de los derechos de los consumidores, sin más cortapisas. Si nosotros mismos nos ponemos limitaciones (como la cantidad de cannabis que uno podrá almacenar en su casa, o cómo podremos acceder a la misma), difícilmente conseguiremos nuestros objetivos.

También fue muy motivador poder escuchar a personajes tan relevantes como el uruguayo Julio Calzada, protagonista de la regulación del cannabis en su país natal como Secretario General de la Junta Nacional de Drogas del gobierno de Mujica, o al canadiense Marc Emery, activista cannábico, editor, empresario y político conocido como el “Príncipe de la Marihuana”. Ambos participaron el sábado en una charla junto al portugués Jorge Quintas, profesor de Criminología de la Facultad de Derecho de Oporto, y a Virginia Montañés (periodista y antropóloga social) como moderadora, en la que se exponía la situación internacional del cannabis.

De sus palabras y vivencias pudimos concluir que no existen datos previos ni modelos a seguir en lo que se refiere a la regulación o legalización de la marihuana. Sí que podemos seguir el ejemplo de otros países que están avanzando en este sentido, como Estados Unidos, Uruguay, o el imperfecto modelo Holandés, pero no podemos obviar que cada país, cada sociedad, es un mundo distinto, con necesidades distintas, por lo que cada situación requiere de soluciones muy diferentes entre sí. Y del mismo modo en que nuestras sociedades viven momentos inciertos, con la necesidad de profundos cambios políticos y sociales muy presente (pero sin ninguna garantía de que el camino que se vislumbra en el horizonte sea el correcto para conseguir lo deseado por todos), lo mismo sucede con la regulación del cannabis. Sabemos que lo que queremos es la libertad producir y consumir una sustancia y que se respeten nuestros derechos como consumidores y como seres humanos, pero no tenemos muy claro los pasos que debemos dar para conseguirlo, ni de qué forma concreta debemos hacerlo para no cometer errores que echen por tierra los avances conseguidos.

Si podemos sacar conclusiones en firme sobre las experiencias internacionales en este tema, son conclusiones bien sencillas: que la guerra contra las drogas tal y como la conocemos ha resultado ser un fracaso estrepitoso en todos sus aspectos; que no existe un manual para conseguir nuestros objetivos, debemos actuar para aprender, y corregir si nos equivocamos; y que, como siempre, los mayores perjudicados son los sectores más pobres y desfavorecidos de la sociedad, especialmente las mujeres.
Hemos sido testigos de cómo existe cada vez más concienciación en ciertos aspectos de nuestra lucha por la regulación del cannabis, de cómo la mujer cada vez más intenta (y consigue) hacerse escuchar y reclamar sus derechos como persona, como un actor imprescindible de este sector cannábico, y es tarea de todos respaldarlas para que se normalice esta situación.

Pero retomando la idea que os exponíamos al principio, nuestra experiencia en Spannabis 2015 ha sido en cierto modo contradictoria.

Nos sorprende que estemos viviendo un momento importantísimo en todo lo que rodea al activismo, a la investigación científica, a la política y a los movimientos sociales, y que la sala del auditorio donde se realizaban las conferencias del W.C.C. no se llenase por completo ni en una sola ocasión. En todas las conferencias a las que asistimos no se llegó ni a un tercio del aforo. Y mientras tanto, los pasillos de las otras zonas de la feria estaban abarrotados de público en una búsqueda frenética de regalos de los expositores o haciendo larguísimas colas para girar una ruleta y ganar el obsequio de turno. Lo comprendemos, pero no lo compartimos. La situación del cannabis en nuestro país requiere de la implicación de todos.

Y también nos dejó bastante perplejos ver cómo tanto el público como los empresarios se muestran cada vez más interesados en los productos bio-ecológicos, respetuosos con el medio ambiente, mientras nadan en un mar de folletos, catálogos y pedazos de papel tirados al suelo sin miramientos, cuando el recinto cuenta con papeleras y lugares más que suficientes donde depositar la basura. Nos llamaréis exagerados, pero detalles como éste hablan por sí solos…

Como conclusión a todo esto, siendo conscientes de lo heterogéneo del panorama cannábico en nuestro país, y con la vista puesta en la próxima edición de Spannabis (a la que no pensamos faltar), nos parece imprescindible seguir concienciando, difundiendo e inculcando ciertos valores al público y a la sociedad. Tenemos que continuar normalizando nuestra situación y la mejor forma de hacerlo es siendo consecuentes. Tenemos un gran reto por delante, una situación extraña en la que confluyen muchos y muy diversos intereses, y en la que nos enfrentamos a “enemigos” muy distintos. Y aunque nos cueste un gran esfuerzo debemos tener la suficiente fortaleza y sinceridad moral como para ser críticos con nosotros mismos, para no dejarnos llevar por la lucha de egos existente en este sector, y conseguir empatizar con todos y cada uno de los actores de esta cultura cannábica, para que finalmente podamos alcanzar entre todos nuestro objetivo común: ser respetados y ser realmente libres.

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