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¿Está cambiando la actitud hacia la marihuana en Países Bajos?

¿Está cambiando la actitud hacia la marihuana en Países Bajos?

Por Laura Rueda

Podríamos estar asistiendo a un momento de transición en su política de drogas


Tanto los Países Bajos como su capital, Ámsterdam, tienen mucho que ofrecer a los turistas y otros visitantes. Muchos se sienten fascinados por la actitud holandesa transigente hacia las “drogas blandas”. Y, sin embargo, esta situación tan normalizada en la ciudad puede cambiar muy pronto.

Ámsterdam es una ciudad famosa por su belleza, su vibrante cultura, y, como el resto de los Países Bajos, por su tratamiento indulgente con las drogas blandas, particularmente con la marihuana. Se estima que el 35% de todos los turistas pasa por las puertas de los coffeeshops de la ciudad y que muchos visitantes consideran estos establecimientos como un pilar cultural de la ciudad y del país. Es obvio, dado el acercamiento más liberal del gobierno actual a aplicar una legislación más estricta, que hay una alteración hacia la visión de la marihuana. Una de las razones comunes es quizá la presión externa a la que se ve sometida la ciudad de limpiar su imagen. Los controles y las regulaciones más estrictas con respecto a la marihuana son vistas como un intento de limpiar la ciudad y la imagen del país como un todo. Pero, ¿cómo influiría este impacto en el turismo, los negocios y la estabilidad financiera de la ciudad?

Un lugar de encuentro, desde la década de los 70

Los coffeeshops han sido parte de los Países Bajos desde la década de los 70, cuando el gobierno hizo una clara distinción entre lo que se clasifica como una droga «blanda» y un fármaco «duro». Esta diferenciación ha permitido desde entonces la venta y consumo de drogas «blandas» en locales con licencia en todo el país. Sin embargo, el acto real de producción y transporte de la marihuana sigue siendo ilegal. Actualmente los coffeeshops de Ámsterdam existen en un área legal gris, al igual que lo estaban en los años 70, cuando fueron creados por el Ayuntamiento de Ámsterdam, a través de un acuerdo con el Sindicato de Coffeeshop (Bond van Cannabis Detaillisten). Este acuerdo permite a los coffeeshops operar con la disposición de conjunto, licencias no transferibles mostradas en el expositor de la ventana con una pegatina oficial verde y blanca, designando que el lugar tiene permiso para vender marihuana.

Los Smart Shops

Otras drogas «blandas» vendidas en el país son los hongos alucinógenos o paddos, que viene de la palabra holandesa «paddestoel» y significa hongo. Fueron prohibidos el 1 de noviembre de 2008, tras una serie de incidentes relacionados con esta sustancia. Más de 200 variaciones de setas están actualmente legisladas bajo la ley holandesa de drogas (Opiumwet) en la misma lista que sustancias como la cocaína o la heroína. Esta medida extrema hacia los hongos fue tomada después que se registraran hasta un centenar de casos notificados al año de personas que necesitaron atención médica después de consumirlos. Como resultado, el gobierno prohibió todo tipo de hongos, a excepción de las «trufas» menos potentes, que están disponibles en los llamados Smart Shops, tiendas reguladas de la misma manera que los coffeeshops.

En 2011, el gobierno holandés incrementó la presión sobre el mercado de la marihuana, emitiendo directrices a las fuerzas de la policía para indicarles que todo aquel que fuera pillado en posesión de un equipo «profesional» de crecimiento, como luces de alta energía, suelo fértil y ventilación, debía ser tratado y procesado como tal. Algunos se pronunciaron y criticaron la medida, alegando que esto crearía un problema para los propietarios de los coffeeshop, ya que reducía sus opciones y les obligaba a la compra de productos de calidad inferior y, a menudo, a través de fuentes ilegales.

El carnet cannábico

2012 vio un cambio más radical en la legislación, con la introducción de un experimental «carnet cannábico» (Wietpas) en algunas provincias del sur. El concepto implicaba que los coffeeshops tenían que mantener un control de sus clientes y registrarlos como miembros, estando totalmente prohibido vender a los no miembros. Para ser socio de un coffeeshop era necesario tener la residencia holandesa, lo que significaba que los extranjeros no podían comprar marihuana ni entrar en estos locales. Este experimento hizo que aumentara el comercio ilegal de la calle, y, por lo tanto, después de tan sólo 6 meses de haberlo puesto en práctica, este esquema fue abolido.

Lo que siguió fue una nueva ley que prohibía a los turistas entrar en coffeeshops en su esencia pero, esta era una medida opcional a adoptar por los órganos de gobierno. El alcalde de Ámsterdam, Eberhard van der Laan (PvdA), anunció que la ciudad no adoptaría esta norma, y que los extranjeros serían bienvenidos a los coffeeshops de la ciudad. Las razones de la decisión de van der Laan son obvias: la industria de la marihuana trae 1,6 billones de euros cada año, de los cuales, 400 millones de euros, van al gobierno en forma de impuestos.

Medias para continuar… o no.

Es evidente que los coffeeshops y la industria de la marihuana en su conjunto proporcionan unos ingresos florecientes para el gobierno, pero la presión para limpiar la imagen del país, y sobre todo de Ámsterdam, ha dado lugar a cambios en la legislación. Por ejemplo, en 2008, se introdujeron leyes más estrictas de zonificación que prohibían que hubiera coffeeshops dentro del área de 300 metros, donde se encontrasen construidos una escuela o una parada de autobús. Esto provocó el cierre de 43 coffeeshops ese mismo año. Además, actualmente se está estudiando un plan para limitar el contenido de THC de la marihuana que se vende en los coffeeshops al 15%. Bajo los nuevos planes, las cepas con un contenido de THC superior al 15% se clasifican dentro de la misma peligrosidad que la cocaína o la heroína. Sin embargo, en torno al 80% de la marihuana que se vende en los coffeshops del país tiene un contenido de THC de entre 15 a 18%. Los productos de alto contenido en THC han sido a menudo blanco, debido a su supuesto vínculo con la adicción y reacciones psicóticas. Sin embargo esto sería un duro golpe para la industria y, sin duda, para su economía también. Si es aceptado, el cambio haría que fuera más difícil para las personas encontrar marihuana de más alta calidad y, en última instancia, Ámsterdam ya no sería un lugar deseable para los interesados en la calidad de su cannabis.

Es evidente que la actitud hacia la política de nuevas drogas del gobierno es mixta, con algunas vistas de verlo como un intento de limpiar la imagen de la ciudad, mientras que otros lo ven contraproducente y como la creación de un problema, cuando no lo hay. Si bien el futuro de la legalidad de la marihuana en los Países Bajos es incierto, es evidente que la presión está creciendo en ambos lados de la discusión. ¿Es sólo una planta? ¿O un símbolo de la cultura liberal que hace que Países Bajos sea uno de los lugares referentes en la legislación de base?

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