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La culpa de todo -oficialmente- la tienen las drogas

La culpa de todo -oficialmente- la tienen las drogas

Por Drogoteca

Asumámoslo: a la “prensa seria” las drogas se la ponen muy gorda.


La misma prensa que colabora “gratuitamente” con las campañas de FAD en sus televisiones, radios y periódicos, tiene una especial querencia hacia las drogas. Casi la misma que tiene la policía hacia ellas. Y no es casualidad.

Pensadlo. ¿Qué es lo último que habéis leído, oído o visto en algún medio “supuestamente serio” sobre drogas? A bote pronto me viene a la cabeza la patochada del Huffington Post y el médico ultracatólico argentino contra la marihuana, y sin irme muy muy lejos, la nefasta introducción de la “droga caníbal” -MPDV- gracias al periódico El Mundo y a su periodista estrella pa’ estas cosas, Ricardito F. Colmenero, en el verano pasado desde Ibiza. Hoy mismo he vuelto a leer una noticia, en el ABC, que sigue hablando de la “droga caníbal” y esparciendo el mito. Gracias a imbéciles que escriben de lo que no tienen ni puta idea, nos vemos así. Esto no es de ahora, es de hace mucho, y nuestro nivel de incultura en materia farmacológica no nos ayuda.

Imaginad a un tipo que tiene el título de periodista (hizo una carrera no muy complicada) y trabaja a destajo en una redacción. Sale una nueva noticia de una droga, de la que no se va a molestar en leer nada antes de escribir, y si lo hace, será en ForoCoches.com con suerte. Sabe que cuanto más escandaloso suene, mejor le va a ir. Y sobre todo sabe que la mayoría de los lectores saben menos que él, así que es fácil que nadie diga nada y todo el mundo comulgue con lo que escriba: “ha salido en el periódico”.

Si la nueva droga es la Viagra Femenina (la de color rosa, sí) la información que el pulsateclas de turno dé a sus lectores, será correcta en lo estético y pobre en lo documental. Correcta porque la escribe el propio laboratorio que va a vendernos la droga, y por supuesto el “periodista titulado” no hará comprobación alguna sobre la sustancia o su historia ni cotejará opiniones de personajes relevantes que puedan emitir argumentos razonables sobre el asunto. No lo hará porque se la pela y porque eso le llevaría más tiempo que “maquear” un poco el texto que le pasan de la policía -otros que se quedan a gusto- y añadir alguna cosa que recoja de Internet, robándole la idea a otro cantamañanas como él que se inventó otra tontería en otro medio. Y así todo, suma y sigue.

Así trata la prensa seria a las drogas. Si vienen de mano del laboratorio, se publican los logros. Y si viene desde fuera del circuito legal o se puede imaginar (siempre se puede como vamos a ver) que “hay algo turbio asociado” pues la paleta de atentados a la verdad que se pueden cometer, aumenta.

Este texto, en principio nacía de la matanza de Dylann Roof, ese jovencito sureño que a pesar de no haber sido criado en un entorno racista -como el mismo reconoce en sus textos- tenía un profundo odio en su interior, hacia el diferente (de una u otra forma). Entró en una iglesia y mató a 9 personas.

La prensa seria, pronto rebuscó en su pasado y halló un asunto en el que se le relacionaba con drogas, y pronto publicaron que era un adicto a los ansiolíticos. Pero eso fue en España, porque en USA el debate no se centró en ellos, sino en un tratamiento con buprenorfina y naloxona al que tiene acceso cualquier persona en España que se acerque a un centro de atención a drogodependientes, dentro de un programa de deshabituación de otros opioides. Así que mientras allí el debate se establecía en torno a la buprenorfina y su otra alternativa farmacológica, la metadona, y los daños supuestamente de deterioro psíquico y capacidad para disparar conductas violentas y agresivas (que no son más que una excusa para promocionar otro fármaco distinto), en España nos quedábamos con que el rubio angelito asesino estaba “enganchado a los trankimazin” (Xanax, aplarazolam) y en ese área jugamos. Como si no hubiera gente en España -desde tu madre a tu profesor de autoescuela- que estuviera “enganchada” a los ansiolíticos: pero si son un best seller!! Y no veo yo a nadie entrando a tiros en una iglesia, porque tome Valium (lo mismo para el caso).

La policía tiene también una bula especial con las drogas. Hace unos días salía una rubia fiscal usana mostrando un sello de correos y un cartel que decía: “¡¡aquí caben 9 dosis de droga!!”. ¿Era profesora de farmacología? No. Estaba justificando eso tan americano de que un tarado de la policía mate a algún chaval desarmado. En este caso, el policía que llenó de plomo al chico, lo hizo bien porque el chico había tomado un NBOMe, y todo el mundo sabe que si no les disparas a tiempo a la cabeza, se transforman en zombis. Todo justificado.

En España, en cuanto a abusos de la policía en el tema de las drogas (sin entrar en sus miembros más narco) tenemos el conocido caso del empresario sevillano afincado en Barcelona, Juan Andrés Benítez, que en un conflicto menor en su edificio, tuvo la mala suerte de llamar para recabar auxilio de la policía de la ciudad de Barcelona, recibiéndolo en forma de 8 hombres que le redujeron a golpes hasta la muerte mientras el pobre tipo gritaba hasta el final de su agonía. Intentaron tapar su asesinato (incluso destruyeron pruebas) y filtraron el informe de toxicología para argumentar que “tenía restos de cocaína” y que de ahí su muerte. Era mentira, los restos eran insuficientes ni para provocar efecto. Los que si iban bien de cocaína debían ser ellos, porque cuando la forense del juzgado donde se les inculpa por homicidio les tuvo que recibir para hacerles las pruebas pertinentes, se habían rapado la cabeza y todo el cuerpo para evitar un análisis de drogas capilar que mostrase, tal vez, que la droga en el cuerpo de la víctima saltó a él de las hostias que le daban unos cafres enfarlopados. Pero dejemos a esa policía, que ya tienen lo suyo siendo lo que son.

Otros dos casos recientes de “abuso de ansiolíticos” por la prensa, han sido los del asesinato de Asunta por parte -presuntamente- de sus padres, en el que se usaron ansiolíticos para adormecer a la niña. Al parecer en la investigación posterior se ha detectado que su padre tenía una orientación sexual que coincidía con los rasgos de su hija adoptiva, y que la chica no era la primera vez que tenía contacto con los ansiolíticos. No resulta raro que de la misma forma se usasen ansiolíticos para matarla; este gesto es propio de quien no quiere causar una muerte violenta sino un tránsito parecido al sueño.

El otro caso es el del pederasta de Ciudad Lineal, un tarado pedófilo de la peor calaña que buscaba “niñas para follar”. Y no una, todas las que pudiera. El tipo era listo y tardó en ser cazado, pero al final quien repite cae. Cuando cayó, la policía ya sabía que drogaba a las niñas con ansiolíticos durante sus asaltos. Con eso el tipejo conseguía reducir más la reactividad de las niñas, emborronar sus recuerdos y producir una cierta amnesia sobre el suceso en la mente de la víctima, de manera que fuera más difícil que los datos que diera pudieran conducir a él. En una maniobra claramente hecha para sumar más años a su condena, este uso de fármacos sobre sus víctimas se ha establecido como una acusación de tentativa de homicidio. No lo es, y por mucho que me duela decirlo, si mi hija hubiera estado entre las víctimas, yo hubiera agradecido que la hubieran drogado previamente con ansiolíticos. Es obvio que el pedófilo no buscaba matarlas, pero dar dosis desconocidas de ansiolíticos a niñas para dicho fin, puede ser un peligro que desemboque en la muerte de la persona, aunque resulta bastante improbable dado el perfil de seguridad que tienen.

Si sacamos una idea de estas historias con ansiolíticos, es posible que si alguien nos dice que está tomándolos, huyamos de su lado: padres que abusan y matan a sus hijas, pedófilos que lo usan para poder cazar víctimas, ladronas que duermen a sus “clientes” con ellas para dejarles sin nada, y ahora chicos de 20 y pocos años que entran disparando en una iglesia.

No sólo es con los ansiolíticos, da igual la droga que sea. El terrorista que mató 38 personas en Tunez, pronto se supo que había tomado “alguna droga” según el informe, posiblemente cocaína. Yo no conozco ningún análisis forense que diga “posiblemente” pero claro, es El Mundo y tampoco van a mirar tanto esos detallitos. Seguramente no era cocaína -por zona, duración de efectos y precio- sino algún otro estimulante, como se han usado toda la vida en las guerras, y no es más que otro soldado tarado de Alá que quiere desvirgar no se cuantas hembras en el paraíso, una vez muerto de un balazo en la cabeza, como lo eran los que volaron las Torres Gemelas o los terroristas del Charlie Hebdo.

Aunque la culpa de todo esto la tiene la marihuana. Sí.
¿Recordáis a Trayvon Martin? ¿El chico negro de 17 años asesinado por un blanco en USA y que no fue condenado por su asesinato? De él, Obama dijo que era como es su hijo (el otro muerto, pero el suyo vivo). Pero era negro, llevaba una capucha, y además… había fumado marihuana. Eso se alegó como motivo para justificar que un chico negro de 17 años y desarmado atacase -sin motivo alguno- a un hijo puta blanco con pistola y ganas de cacería.

Pues bien, cuando se sigue el rastro de motivaciones reales de Dylan Roof, el asesino de la iglesia, encontramos que ni el Xanax ni la buprenorfina: lo que marcó un punto de inflexión en las actitudes e intenciones violentas de este chico, fue el asesinato de Trayvon a manos de Zimmerman. Desde ese día, Zimmerman, el blanco asesino, pasó a ser su héroe personal.

Seguro que si Trayvon no hubiera fumado marihuana, nada de esto hubiera pasado.
Las drogas siempre tienen la culpa de todo.

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