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THE WIRE: EL PRODUCTO

THE WIRE: EL PRODUCTO

Por Rafa Martín

Durante las cinco temporadas que dura The Wire, serie de la cadena HBO creada por David Simon y Ed Burns y considerada como uno de los pináculos de la televisión moderna -una que ha logrado el hito de respaldar sus gigantescas ambiciones narrativas con una ejecución a la misma altura- suceden muchas cosas y la inmensa mayoría tienen que ver con «el producto«.


El crack y la heroína, sobre todo el primero, definen el escenario, la ciudad de Baltimore, y al centenar de protagonistas de la serie que allí residen, a lo largo de todos eslabones, desde las esquinas hasta los despachos del Ayuntamiento, desde las escuelas hasta las redacciones, desde el puerto hasta cada domicilio.

A un nivel real, el «producto» es una consecuencia de la desigualdad y la pobreza intrínsecamente ligados al color de la piel en la ciudad con mayor proporción de habitantes de raza negra de Estados Unidos. Pero a un nivel metafórico, uno que The Wire enseña ocasionalmente y siempre entre líneas, es una expresión de la falibilidad humana de residentes de una comunidad; falibilidad alimentada por la adicción de los usuarios, por la codicia de los traficantes y por la ausencia de políticas eficaces para, al menos, eliminar la violencia indiscriminada que conlleva este ecosistema.

En el primero de los dos artículos en el que trataremos la manera en la que lidia la cuestión de las drogas vamos a hablar de las tres facetas en la que se observa el mundo de los narcotraficantes, con un énfasis especial en una de ellas, la que indica su propio apodo. La droga en Baltimore es un producto ligado a las ideas de oferta y demanda y el narcotráfico es la empresa más lucrativa de todas.

Nadie lo sabe mejor que Russell ‘Stringer’ Bell (interpretado por el actor británico Idris Elba), un hombre inteligente, cultivado, educado y ambicioso cuyo objetivo es el de maximizar el rendimiento de su producto. Stringer Bell es un capitalista que ocupa su tiempo libre recibiendo lecciones de economía básica en un instituto de Formación Profesional -uno de los muchos toques característicos de la serie, que conserva los tópicos del género de gángsters pero que siempre elude la brocha gorda gracias al conocimiento de la realidad de sus creadores, con años de periodismo de sucesos a sus espaldas-.

stringer bell

En estas clases que recibe Stringer The Wire nos instruye sobre la macroeconomía del narcotráfico. Lo hace en un momento dado en el que la presión policial, la falta de suministros y la aparición de nuevos competidores amenazan con hacer caer los beneficios de la organización que Stringer Bell domina junto a su compañero de toda la vida, Avon Barksdale (del que hablamos enseguida).

Stringer se enfrenta a un problema que han atravesado cientos de miles de empresarios antes que él. Menos producto a vender significa subir el precio para mantener los beneficios. Pero ello implicaría perder clientes. Con este dilema en mente, acude a su profesor (ajeno a la clase de negocio al que Stringer se dedica), quien nos explica un concepto llamado «elasticidad», no precisamente uno de los más conocidos para los novatos como yo en Economía, pero que al final resulta imprescindible para el funcionamiento de la organización.

Las drogas, nos explica The Wire, son un producto elástico, uno en el que el productor está enormemente sujeto a las demandas del consumidor. Sus usuarios las necesitan para sobrevivir, pero tienen diferentes maneras de obtenerlas. Si Stringer fuera el único vendedor, podría imponer el precio que quisiera. Sin embargo, no lo es. Y se da la circunstancia de que sus clientes no pueden asumir una subida de precio, porque su dinero es francamente limitado. Stringer no quiere ni oir hablar de hacer esperar a sus clientes, como proponen sus empleados. «No traigáis aquí esa mierda de las esquinas: si no pueden comprarla de nosotros, se irán a otra parte a hacerlo«, indica (Lessons, Temporada 1, Episodio 8)

Con este problema en mente, Stringer toma una decisión inapelable: cortar la droga para aumentar el suministro a costa de reducir el producto. La pregunta es: ¿cómo mantener el nivel de beneficios? Esto es lo que plantea a su profesor (Undertow, Temporada 1, Episodio 9).

– ¿Qué sucede cuando tienes un producto inferior en un mercado muy solicitado?, pregunta Stringer
– Bueno, si tienes gran parte del mercado, puedes comprar a la competencia.

Stringer descarta la opción en silencio. ¿Una guerra contra el resto de bandas? Nah.

– ¿Y si no puedes?
– Reduce el precio para incrementar tu cuota de mercado. Pero ten en cuenta que, según bajas el precio, pierde la credibilidad del consumidor.

Los consumidores no son idiotas: drogas más baratas implica peor calidad. ¿Cómo disfrazarlo?

– Sabes, explica el profesor, una compañía llamada Worldcom, acusada de fraude, se enfrentaba al mismo problema. ¿Sabes cuál fue su solución?
– Cambiar su nombre

Dicho y hecho, Stringer lanza al mercado un producto peor, con distinto nombre*, mientras sus empleados hacen correr la voz entre los adictos. Y así, poco a poco, la organización va superando el bache. Capitalismo en acción.

Pero Stringer no es la única faceta del juego. Existe en The Wire otra perspectiva, más poética, que es la que recae sobre su compañero de fatigas, Avon Barksdale, un devoto de la figura mítica del gángster. No representado por el dinero, sino por el poder y, sobre todo, por «el nombre«. Barksdale es una figura enigmática que guarda las cosas cerca del corazón. Es en realidad a través de su «sucesor», el temible asesino Marlo Stansfield, como comenzamos a comprenderles.

«¿Han estado usando mi nombre en la calle?«, ladra Marlo -posiblemente en la única ocasión en la que levanta la voz en la serie-. «MI NOMBRE ES MI NOMBRE«, proclama. Es una expresión de respeto ganado a través de incontables batallas en las esquinas. Un lugarteniente de Barksdale, Bodie, proclama lo mismo: morirá antes que regalar su esquina. El elemento común a BarksdaleMarlo y Bodie es el mismo: son tres hombres que se han ganado su lugar en un mundo al que han entrado con kilómetros de desventaja sobre una persona de raza blanca y clase media. Y es un lugar del que solo les podrán retirar a tiros. Es un romanticismo que comparte el último vértice de este triángulo, aunque sus intenciones sean opuestas.

avon marlo bodie

Omar Little es uno de los personajes más queridos de la serie. Es un asaltador de caminos cuyo modo de vida consiste en robar a los narcotraficantes. Es una forma que tiene la serie de expresar que, en el juego del narcotráfico, nadie está completamente en la cima. Es, al mismo tiempo, un guiño a un elemento muy refrescante en la narrativa como es «el extraño», el Joker, el Gollum, el raro, el fuera del sistema -Little es homosexual declarado y un ocasional cooperante de la Policía, características que acentúan su diferencia con la jerarquía de la serie-.

omar little

Es gracias a la vulnerable interpretación de Michael K. Williams y a las excepcionales habilidades de su personaje (implacable tirador, brillante estratega) que Omar Little se gana el aprecio del público por un individuo que termina completando la Pirámide de las Drogas que propone The Wire, donde cada uno es monarca de su propio reino, incluso el propio Omar, quien sobrevive a un intento de asesinato vacilando a sus atacantes en una de las frases más memorables de la serie: «Cuando vayas a por el rey, nunca falles«. Es un triángulo, sin embargo, que necesita una base para sostenerse y es la que proporcionan los usuarios.

Todos los personajes que hemos visto hasta ahora, a pesar de sus diferencias, todos, comparten una característica en común: son dueños de sus propios destinos. Algo que no podemos decir de los seres humanos que vienen a continuación. Es en este momento en el que The Wire exhibe algo que necesitan y va más allá de la falsa compasión. Necesitan piedad.

*The Wire, en aras de la precisión, llega a denominar al «producto» hasta con 42 nombres distintos empleados durante esa época en la vida real. Podéis verlos aquí. Hay de todo.

Sobre el autorRafa Martín es cofundador y redactor de www.lashorasperdidas.com, el blog de cine de la revista GQ.

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