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El cannabis y el cáncer de pulmón (2)

El cannabis y el cáncer de pulmón (2)

Por dr. Fernando Caudevilla

En el número anterior de esta serie describimos el problema de la relación entre el cannabis y el cáncer de pulmón y analizamos algunos de los estudios científicos que han tenido más repercusión mediática al respecto.


Comentamos cómo existían dudas razonables sobre la relación causal, o al menos sobre cómo ha sido comunicada ésta en los medios de comunicación. Por ejemplo, los resultados de otros estudios que han aplicado una metodología muy similar al de la British Lung Foundational que hicimos referencia en la entrega anterior no han encontrado esta relación.

El equipo dirigido por el doctor Donald Tashkin, de la Universidad de California, ha desarrollado gran parte de su carrera profesional en relación con el cannabis y ha publicado más de 40 artículos científicos en revistas internacionales sobre esta sustancia. En el año 2006 presentó los resultados de un estudio sobre 2.142 sujetos (611 casos de cáncer de pulmón) en los que no se encontró vínculo alguno entre el cáncer de pulmón y el cannabis fumado, ni siquiera en los fumadores más intensivos de cannabis (1). El humo del cannabis contiene sustancias carcinógenas por lo que los resultados fueron calificados por los autores como sorprendentes. Una hipótesis sería considerar que el THC tuviera un efecto protector frente al desarrollo de células tumorales, que está demostrado en animales, y que podría contrarrestar el daño tóxico de los componentes del humo.

Otras investigaciones contradicen los resultados de Tashkin y concuerdan más con el estudio de Aldington. Un estudio en Argelia, Marruecos y Túnez (2) ofrece datos de la comparación de 440 casos de cáncer de pulmón y 778 controles. Los resultados apuntan hacia el cannabis como factor de riesgo, pero los autores indican en sus conclusiones que “la concurrencia del hábito de fumar tabaco u otros factores de confusión pueden explicar parte de este incremento del riesgo”.
El entrecomillado de este último estudio es particularmente interesante, ya que hace referencia a un concepto que se suele olvidar en los estudios sobre drogas: la prudencia. Descubrir la causa de un efecto y su intensidad es una de las cuestiones más complicadas en las ciencias biomédicas en general. Todos estos estudios parten del análisis de los factores de riesgo en personas que ya han desarrollado la enfermedad (en este caso el cáncer de pulmón), pero que, además de fumar o no cannabis, pueden estar expuestas a otra gran cantidad de factores que son muy difíciles de controlar.

Un abordaje sensato del asunto sugiere utilizar, además de los estudios científicos, el sentido común. Una gran mayoría de los fumadores de cannabis lo son también de tabaco. Y ya están expuestos al riesgo de cáncer de pulmón por este último hecho. Muchos usuarios de cannabis hacen sus porros mezclando cantidades variables de hachís o marihuana con tabaco. Ya que el riesgo de cáncer de pulmón es dependiente de la dosis de tabaco consumida, fumadores muy intensivos de cannabis mezclado con tabaco estarán probablemente expuestos a este riesgo.

Se han propuesto distintas medidas de reducción de riesgos destinadas a mitigar los efectos tóxicos sobre el sistema respiratorio de la mezcla tabaco-cannabis: dar caladas suaves, colocar lo que se vaya a fumar en la parte más lejana a la boquilla y tirarlo tras unas pocas caladas, utilizar cantidades pequeñas de cannabis de alta potencia mejor que dosis elevadas de mala calidad…

El uso de filtros también suele recomendarse como una forma de disminuir la cantidad de productos tóxicos que llegan al organismo. Sin embargo, desde un punto de vista objetivo, no existen demasiadas pruebas que indiquen que sean eficaces en este sentido. Los filtros en el tabaco industrial comenzaron a generalizarse a partir de los años 60 del siglo pasado, cuando comenzaron a acumularse las evidencias que relacionaban al tabaco con el cáncer de pulmón. Distintas industrias tabaqueras invirtieron grandes cantidades de dinero buscando un filtro que retuviera las partículas tóxicas con resultados infructuosos. La mayoría de los filtros están compuestos de acetato de celulosa, que retienen cierta cantidad de nicotina y alquitrán pero que son permeables a muchas de las micropartículas cancerígenas que componen el humo del tabaco. Los estudios en cultivos celulares y animales de experimentación son contradictorios. Y también se han hecho estudios (en Japón y EE.UU.) comparando las incidencias de cáncer de pulmón a lo largo del tiempo, sin que se haya demostrado una disminución de la frecuencia de la enfermedad atribuible al uso de filtros. En cualquier caso los cannabinoides también atraviesan el acetato de celulosa de los filtros, y su disponibilidad en el organismo no se ve afectada por los filtros, por lo que su uso sigue siendo recomendable ya que eliminan una parte considerable del alquitrán.

El tabaco industrial contiene distintas cantidades de aditivos (productos para controlar la humedad, el sabor, mejorar la conservación…) que pueden producir aún más efectos tóxicos. Existe una lista de más de 1400 aditivos posibles, y ya que el tabaco no se considera oficialmente como una comida ni como una droga, la legislación es muy laxa. Pero tampoco existen evidencias de que el tabaco de liar sea más “sano” en ese sentido. Es posible que los preparados de tabaco “light” comporten un menor riesgo de dependencia a la nicotina en personas no habituadas a esta sustancia. El efecto no sería apreciable en adictos al tabaco, quienes tienden a fumar más cantidades y con mayor profundidad el tabaco “light” para extraer toda la nicotina posible.

En resumen, la relación entre el cannabis y el cáncer de pulmón es un asunto complejo. No hay pruebas directas de que el uso de cannabis aislado produzca esta enfermedad, aunque algunos datos indirectos sí lo sugieren. El concepto de “dosis” sigue siendo fundamental. El fumador de tabaco medio consume entre 10 y 20 cigarrillos de esta sustancia al día. Muy pocos fumadores de cannabis realizan consumos tan elevados (10 a 20 porros al día). Si existe la relación entre el cannabis y el cáncer, es muy probable que también ésta sea dependiente de la dosis, y los patrones de consumo ocasionales, esporádicos o de baja frecuencia estarán sometidos a un riesgo bajo.

Referencias:

(1) Hashibe, M., Morgenstern, H., Cui, Y., Tashkin, D. P., Zhang, Z. F., Cozen, W., Mack, T. M., & Greenland, S. (2006). Marijuana use and the risk of lung and upper aerodigestive tract cancers: results of a population-based case-control study. Cancer epidemiology, biomarkers & prevention : a publication of the American Association for Cancer Research, cosponsored by the American Society of Preventive Oncology, 10, 1829–1834.

(2) Berthiller, J., Straif, K., Boniol, M., Voirin, N., Benhaïm-Luzon, V., Ayoub, W. B., Dari, I., Laouamri, S., Hamdi-Cherif, M., Bartal, M., Ayed, F. B., &Sasco, A. J. (2008). Cannabis smoking and risk of lung cancer in men: a pooled analysis of three studies in Maghreb. Journal of thoracic oncology : official publication of the International Association for the Study of Lung Cancer, 12, 1398–1403.

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