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Jarfaiter

Jarfaiter

Por Drogoteca

¿Y quién coño es Jarfaiter? Para unos un artista y para otros, un ratero.


Llevo media tarde pensando cómo plantear esto, porque es complicado hablar de alguien que hay mucha gente que no conoce y otra mucha gente que le conoce musicalmente “demasiado bien” (entre los que -por suerte- me incluyo).

Creo que lo mejor es aprovechar que él mismo sabe presentarse solito -y ya lo ha hecho- para dar una clara idea de quién es, para quien no le conozca, aún.

“¡¡Jarfaiter!! El sonido que te aplasta…
Basta, de modernos con gafas de pasta.
Kinkis en el parque haciendo sparring… 
¡¡Fuck Mario Casas y que viva “el Pirri”!!

Tú vete pa’ Chueca, pa’ la discoteca.
Nosotros en la calle, chacho, como “Las Grecas”.
Catando manteca, la garganta seca…
No soy un ejemplo a seguir, muñeca.

Mucho bocazas habla de Jarfaiter;
mucha maricona -primo- mucho hater.
Por Internet no paran de amenazarme… 
¡¡Sabéis dónde estoy, coño, venid a pegarme!!”

No es su último trabajo (tiene ya un tiempo) pero sigue teniendo la vigencia del carácter que exhibe: el de un kinki. Seguramente todo el mundo ha escuchado la palabra y tenga una idea de la clase de personaje a quien se refiere, pero es posible que no imagine el origen -antiguo y curioso- del término. Proviene de la palabra “quincalla” que viene del francés antiguo y nace de la onomatopeya del ruido del metal: “clincaille” o en español, “clin-clin”. De ahí derivó -finales del siglo XVII- en “quincallero” o “quinquillero” para referirse a esas personas que “andaban haciendo ruido con los metales” y que ahora llamaríamos “chatarerros y metaleros”. Eso se terminó acortando en la voz “quinqui” (me lo llamaba mi abuela desde que hice 8 años) y que -ahora- actualiza su grafismo en “kinki”. Según mi abuela, los quinquis eran los que viajaban de forma nómada viviendo de la quincalla y los trapos, y que no eran casi nunca bien recibidos en los lugares por donde pasaban, dado su carácter pendenciero poco dado a respetar normas y convenciones sociales, como la propiedad privada. Muchas veces, por donde pasaban, eran como los hijos del caballo de Atila y arrasaban, con miseria y hambre como únicas banderas: su fama les precedía y la ruina les perseguía, pero uno no elige dónde nace.

Los tiempos han cambiado, pero esas dos banderas no. Ahora, los quinquis o kinkis, no van en carro ni dependen de un caballo. O sí: van en carro -cabalgando la vida- y dependiendo de sus caballos. ¡Cómo ha cambiado todo para seguir todo tan igual! Sigamos pues. ¿Es Jarfaiter un kinki? Pues nos volvemos a echar un vistazo a su curro y tenemos una pieza -deliciosa, dentro de un trabajo llamado “Malianteo Criminal” en el que explora ritmos y sonidos, del otro lado del charco- que nos da unas cuantas pistas (y curiosamente hoy cumple 2 años desde su publicación): Rial Kinki.

“Déjate vendiendo flow, so julai… ¡Ay! Rial Kinki for life!!
Quiso joderme -de verdad- alguno de por ahí y bajé con la katana, como un samurai…
De yonki tengo poco, te estás equivocando. Como se me cruce el cable, no respondo.
A la cara me coméis la polla…!! ¿¿Qué me estás contando??

Por ahí te han dicho: “ten cuidado con el Olmo, que la cara loco no la lleva de adorno”.
Mentalidad bélica, cuchillos, trastorno… noches con “mi rumanita” practicando porno.
Recuerdo cuando era un mocoso sin metas; tú robabas latas pa’ pintar, yo Negrita.
Salía pa’ pegarme; violencia gratuita. Dormía en portales, como una puta rata…”

Una infancia complicada, que le forzó a ser más duro que la vida que le tocaba jugar para sobrevivirla con dignidad, y le dio contacto forzado con el lado más oscuro del sistema -el lado de la prisión y la eterna penitencia para los familiares del preso, incluidos sus hijos- y que también le mostró el lado más crudo de las drogas en su propia familia (“recuerdo a mi tío pidiéndome ‘chito’ pa’ bajar a Valde desde Embajadores”) le hizo ser, usando sus palabras de nuevo, “un experimento sociológico, el resultado de un conjunto de finales trágicos que han desarrollado, en mí, un problema psicológico”. Y en su último vídeo y tema, se reafirma: “Soy un puto buscavidas, para que te enteres.”

Las fuentes de las que bebe son las de aquellos que tenían que salir “a buscarse la vida” con el hambre de la mañana y el llanto de las tripas vacías en los niños, y “que con el agua al cuello, le echaron dos cojones”. Héroes de la supervivencia -con finales trágicos también en su inmensa mayoría- que pavimentaron la infancia y juventud de una generación, y que son la banda sonora de esas vidas realmente complicadas y oscilantes entre el talego o la tumba -“Música taleguera, escucha ramera; oros, chándal y riñonera. Espera, fiera…. Que te damos cera!!”- como las de El ToreteEl Jaroel Pirri, o el Pera. Este último es un poco la vergüenza del grupo: se vendió al enemigo y eso -en la calle- no se perdona nunca. El Pera fue el ejemplo de “delincuente marginal famoso”,-que sirvió de propaganda social ansiolítica- mostrando su sumisión a la policía, terminando sus días como profesor -pa’ los picoletos- de “conducción evasiva” y bajo nómina y mando de la Guardia Civil: “antes muertos que acabar como el Pera”, dice el Jarfa y tiene toda la razón.

Y con ese historial, más un montón de cosas que -lógicamente, al no ser un bocas- no cuenta, pues un buen día se dio cuenta que o se ponía a escribir, o iba a acabar reventándole la cara a alguien (o con ella reventada por alguien, esto va así y nunca se sabe). Se puso a contar lo que eran sus vivencias y lo tuvo muy claro desde el principio, sobre todo en este “ANTIHÉROE” -su primer trabajo ya a nivel totalmente profesional, que salió hace un año- en su primer tema:

Si no has crecido entre robos y ‘puñalás’, normal que no te guste porque no lo entenderás. ¿Por qué no te vas a escuchar a los demás y me dejas a mí en paz? Hijoputa… ¡¡qué asco das!!

Lo completa con su forma de plantear la lucha social -colisión para ser exactos- con la misma delicadeza que tendría con un madero en las manos.

“¡Menos pulir estrofas y más ir a la manifa!
A tirarle piedras a la puta policía y al perroflauta que te raya si la lías. 
¿Desde cuándo dan órdenes los hippies? Vete con tus malabares a la guardería. 
Está a punto de estallar una carnicería y tú vas a acabar sin dientes en comisaría.
Para el próximo día yo me lo pensaría…”

Se preguntará el buen ciudadano que por qué hay que tirarles piedras a la policía, y las respuestas las encontramos de nuevo en su música: “¿Quieres saber el motivo de mi ira? Tengo comprobado que la ley es mentira: no me detienen, me pegan y se piran!!

¿No les parece un motivo justo para odiar a la policía? Pues a mí sí, miren, tal vez porque yo también me he llevado algunas… de la que no me dieron copia en papel, sino en carne. Y me han “requisado” todo tipo de cosas, de las que no he recibido ni un documento por su retirada ni información alguna sobre su destino y situación legal. Y de los billetes no dan recibí, no (especialmente la policía local de mi ciudad, que “ha limpiado” mi coche 2 veces). He soportado a un polizía nazional de mi ciudad, que me robó -por la cara- un bate de béisbol del coche y, de paso, aprovechó para exigirle a uno de los pasajeros del coche “la mitad del dinero robado el día anterior en ese asunto a pachas” mientras el ladrón fumaba “speedball” (cocaína y heroína) en plata negociando -a la baja- la mordida con el terrorista armado (madero, a ti te espero, hijo de puta). La verdad es que para odiar a la policía, cada cual puede elegir entre la variopinta paleta de opciones que nos sirven y no hace falta extenderse: nos sobran los motivos.

Seguramente el retrato robot del joven músico podría ser aplicado -sin cambios- a muchos jóvenes en nuestro país. Jarfaiter labró su suerte y encontró -dedicándose a plasmar su mundo en su música- la salida del laberinto. Pero para otros muchos -como él- la bifurcación del camino sólo tiene dos direcciones: talego o tanatorio.

Con este currículum, el tipo se ha ganado el respeto. Sólo nos quedaba comprobar si en directo daba la talla o era sólo espejismo. Así que cuando nos enteramos de que tocaba el viernes 5 de agosto en el Shikillo Festival, en un escenario gratuito en la hermosa localidad de Candeleda (Ávila) que además es su tierra, no lo dudamos. Desayuné una anfetamina -con abuso, de precio por las farmacéutica- y con el “Acelera” (la Guardia Civil me la come entera) de Jarfaiter sonando en mi buga marronero (en serio, atrae a la pasma, no seais como yo) con 15 gramitos de yerba y conduciendo con ganas, nos plantamos en un par de horitas en Candeleda.

¿Dónde tocará este hombre?
Ahí. Ahí estaba tocando: encima del cuartel de la Policía Local…

Así que aparqué en zona prohibida -a la puerta de la policía- saqué los porros y el grinder y nos fuimos a trabajar un rato a la zona de la barra, a por algo de riego que veníamos secos (el calor era la leche y eran las 12 de la mañana con un sol “como pa’ derretir cera”. Siendo un tipo muy cívico como soy, y siendo las chicas de Protección Civil además de guapas, muy simpáticas, pues me acerqué a preguntarles si pasaría algo si me liaba un canuto allí mismo o si mejor me abstenía (nunca sabes de qué pie cojea la pasma en cada lado) y lo hacía de tapadillo. Me dijeron que ningún problema y allí nos pusimos. En 3 minutos había pasado ya un tipo a ofrecernos dinero a cambio de yerba. Respuesta: trinca este cogollo, pírate de aquí y no me molestes más. ¿No plantan allí o qué?

No debían plantar mucho (o se habían fumado ya toda) porque a veces tenía la impresión de que sólo nosotros estábamos fumando porros como si no hubiera un mañana (como siempre, digo) y quedó confirmada cuando Denom, que también cantaba con Jarfaiter sobre el escenario, gritó: “¿pero qué pasa? ¿aquí no se fuma o qué?” y le contesté: ¡¡eh!! toma…

¡Buen ojo! Denom trincó mi trompeta de Green Poison y no la soltó (tengo fotos de toda la secuencia, y el tipo sabe colocárselo de todas las formas para protegerlo y seguir fumando mientras canta) y cuando me había olvidado del canuto, apareció uno -creo que de la organización- y me pegó una voz para devolverme la chusta con un par de caladas aún. Todo un detalle que no olvidase que se lo habían rulado. Gracias por la vuelta, Denom. 😉

El concierto fue una fiesta, a la que ayudó un escenario que por su posición servía de corte a la luz de la justiciera solana y así su sombra “empujaba” al público hacia adelante. Pensé que era “el escenario más agradecido posible de cara al músico” pero no hay -por desgracia- muchas ocasiones en las que haya conciertos a las 12 del mediodía. Terminó -con la gente pidiendo más y más, porque nos lo estábamos pasando realmente bien- con algunos de los temas más “revoltosos pero de revuelta” y Jarfaiter acabó tirándose al “mosh” formado al ritmo criminal de “Yomada – (no apto para bujarrillas sensibles)” que es un tema con propiedades psicoactivas (singing!!everybody!!) para algunos…

Fin de conciertazo con foto de recuerdo, de la que merece la pena destacar la belleza de la primera fila (y es que entre ver maromos o ver chonis en primera fila, me quedo con lo segundo sin pensarlo) y también cómo se comen al Jarfaiter con los ojos… cosa de la que tengo constancia en varias fotos. Seguro que este detalle le encanta a todas esas perras envidiosas que se dedican a ladrar (sólo en la red, a los conciertos no tienen pelotas para ir) en los comentarios que dejan cada vez que Jarfaiter saca un tema en Internet.

Con el puto caloraco que soltaba Lorenzo tras el concierto, nos fuimos a refugiarnos a un lugar encantador llamado La Barranca. No sólo el precio era acorde a lo ofertado, el servicio aceptablemente bueno, el trato amable y la comida rica, sino que no se opusieron -con ninguna vehemencia, vamos- a que me liase un canutito allí mismo tras la comida, y me lo clavase a caraperro con un rico café antes de volvernos a casita en una cómoda tarde noche que terminó en el bar de Manolo Chinato, en Puerto de Béjar.

En definitiva, no importa si no habéis escuchado hablar de él o si -como mi parienta- le odias con todo vuestro alma musical. Ni es pose ni va en broma; chuparéis Jarfaiter para largo, perras… ;D

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