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Manuel Guzmán: “Para muchos profesionales, el sistema endocannabinoide es un gran desconocido”

Manuel Guzmán: “Para muchos profesionales, el sistema endocannabinoide es un gran desconocido”

Por Benito Díaz.

Charlamos con un experto internacional sobre cannabis terapéutico. El Doctor Manuel Guzmán es catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid. Nos recibe en su despacho, situado en uno de los laboratorios de la primera planta del edificio de Biología, en el Campus de la Ciudad Universitaria.

Mientras colocamos la grabadora, Guzmán nos comenta que acaba de volver de viaje por Sudamérica, donde ha estado impartiendo charlas en Colombia y Chile.


Manuel Guzmán. — En Chile todavía no es legal, pero si es uno de los sitios donde han trabajado más. Han logrado el autocultivo y el cultivo comunitario, pero todavía no han conseguido extraer algún compuesto más refinado para establecerlo como fármaco.

Cannabis.es. — ¿Qué opinas sobre el autocultivo?

MG. — El autocultivo es un derecho de cualquier ciudadano en una sociedad libre y responsable, ya no solo de carácter medicinal, sino también lúdico y recreativo. El único límite es el ético y el beneficio económico. Si es un autocultivo individual, es un cultivo que permite atender a una persona o a un grupo pequeño de personas, su familia o sus amigos más cercanos. Cuando hablamos de algo que crece más que eso, entonces pienso que ya debería estar regulado.

C. —Desde tu posición como representante del Observatorio de Cannabis Medicinal, entendemos tu postura frente a éste ámbito que se refiere a la urgencia de legalizar el cannabis para gente enferma, sea la prioridad. Pero, ¿qué opinas de una legalización más amplia?

MG. —Desde mi punto de vista, podemos hablar del cannabis medicinal, de qué usos tiene, de qué nichos terapéuticos puede utilizar, de cuáles son las ventajas, inconvenientes, etcétera… Pero sobre la aplicación de una regulación general, sobre el uso recreativo del cannabis, yo estoy a favor de eliminar estas políticas prohibicionistas que tanto daño han hecho a la humanidad. Además, se han demostrado poco eficaces. Propongo pasar a unas políticas más abiertas, más educativas, más de la conciencia y de conocer qué propiedades, conocer los efectos que el cannabis produce sobre el cuerpo y proporcionar información rigurosa. Sobre todo a los colectivos más vulnerables, como pueden ser los adolescentes. A partir de ahí construir en base al conocimiento, a la información y dejar atrás el palo y el garrote, la desinformación, el ocultismo y de represión. Creo en general en una sociedad más libre y educada, no solo en este tema, si no en cualquier otro. No hablo sólo desde una visión médica y terapéutica, además debería ser una visión política, socioeconómica y ética, por supuesto.

C. — Hace algunos años, vuestra investigación dio un gran salto cuando se logró reducir el tamaño de tumores cancerosos en el cerebro de ratones. Esto marcó un hito en la comunidad científica internacional. Nos gustaría sabe en qué punto de la investigación os encontráis ahora.

MG. — Hemos demostrado que en modelos animales, los cannabinoides pueden tener efectos sobre distintos tipos de cáncer, ampliando la experiencia desde cánceres cerebrales a otros tipos de tumores. Conocemos bien los principios químicos por los cuales los cannabinoides activan ese efecto antitumoral. También conocemos bien cómo los cannabinoides afectan a distintos procesos en el tumor que en su conjunto conducen a una disminución del crecimiento, por ejemplo en la muerte de las células tumorales, la inhibición de la réplica celular, la inhibición de la migración de éstas células (la metástasis), el bloqueo de la creación de vasos sanguíneos en el tumor (la angiogénesis) que son necesarios para que el tumor crezca. Todo esto lo hemos delimitado en distintos trabajos que hemos ido publicando.

Sabemos cómo combinar los cannabinoides con otras terapias se consiguen efectos más potentes, en esos tipos de cánceres. En base a eso, creemos que la experimentación en humanos va a mostrar más eficacia que actuar usando por separado cannabinoides y fármacos.

El próximo gran reto es ése: experimentar en humanos. No somos un equipo médico, ni estamos autorizados para llevar a cabo estudios clínicos, ni para recetar fármacos a pacientes. Pero lo que si podemos hacer es persuadir a grupos cercanos para que prueben estas terapias en estudios clínicos, con la esperanza de comprobar si estos estudios que hemos realizado en animales tienen efecto en humanos.

Hasta ahora solo se han realizado dos pequeños estudios en tumores cerebrales en pacientes, y recuerdo uno que realizamos en colaboración con la Universidad de la Laguna. Fue un estudio realizado por una compañía británica, GW Pharmaceuticals, que comercializa el Sativex, un fármaco basado en nuestras experiencias. En ésta y en la otra experiencia, que contaba con un grupo de 24 pacientes, demostró cierta eficacia sobre éste tipo de tumores. Se trata de una de las clases de tumores más agresivas, además en fase recurrente. Esto es  cuando llevas a cabo un estudio en fase clínica, tienes que ir siempre a los estadios finales. Los comités de ética solo te dejan llevar a cabo ese estudio cuando todas las terapias estándar han fallado y los pacientes se encuentran en una situación desesperada. A pesar de eso, se ha demostrado éste efecto antitumoral.

Ahora tratamos de llevar a cabo un estudio que no se ocupe de la última línea, es decir, que no se aplique tras haber fallado la cirugía, la quimioterapia, si no que se sitúe en el momento en el que al paciente se le acaba de diagnosticar la enfermedad y comienza a ser tratado. Y en eso nos encontramos ahora, tratando de reunir los fondos para, dentro de unos tres años, presentar un estudio en primera línea clínica, utilizando los cannabinoides en combinación con otras terapias. Tengo la esperanza de que todo empiece a moverse el año que viene.

C. — En nuestro sector, la prensa especializada tiende a identificar como buena terapia medicinal la que se trata con CBD (que no coloca) frente al THC, otorgándole menor poder terapéutico. ¿Qué piensas de eso?

MG. — Bien, creo que esto puede ser así para unas terapias muy concretas. Diría que hasta ahora, esta predominancia en un compuesto del CBD frente al THC solo está indicada para evitar las convulsiones refractarias en pacientes infantiles. Para el resto de las aplicaciones con cannabinoides, el principal agente activo del cannabis es el THC. Otra cosa es que el CBD pueda aportar otras cualidades interesantes como antioxidante, antiinflamatorias; otra cosa es que el CBD mejore la tolerancia del THC, por ejemplo, cuando a un compuesto de cannabis medicinal le añadimos mayor cantidad de CBD, el paciente tolera mejor el THC puesto que el CBD puede bloquear algunos de los efectos no deseados del TCH como la acción psicótica (malos viajes, miedos…) o la acción convulsionante o ansiogénica. Pero el agente terapéutico de la planta, el bueno y el malo, sigue siendo el THC salvo en estos casos concretos de los que hablamos. Siempre será mejor un preparado con cierto balance entre ambos, con objeto terapéutico, que un producto al que podamos acceder con objeto lúdico o recreativo. 

En lo único que se ha demostrado eficaz por sí solo el CBD, es en terapias anticonvulsivas en niños. Creo que es el único caso en el cual recomendaría este tipo de terapia en solitario.

C. — Actualmente es difícil encontrar médicos especialistas que ayuden a un enfermo a encontrar las dosis adecuadas a sus necesidades. ¿Qué opinas al respecto? ¿Cómo podrían los enfermos conseguir éste objetivo, alejándose de personas que no cuentan con la cualificación necesaria?

MG. —Esta carencia de apoyo en un paciente susceptible de mejora mediante terapia, es un problema importante. Es una combinación de factores: por un lado, muchos profesionales no conocen la existencia del sistema endocannabinoide, no se les ha enseñado en la Universidad o en los cursos de especialización. Para algunos es un gran desconocido. Para otros, el cannabis sigue siendo una droga con potencial adictivo y poca utilidad terapéutica. Y para otros puede constituir un riesgo, porque es una sustancia que no pueden prescribir, dado que es ilegal. La única terapia que se puede obtener hoy en día es el Sativex para controlar la espasticidad asociada a la Esclerosis Múltiple.

Esa combinación de factores deja indefensos a los pacientes,  frente a personas que le puedan aconsejar con mayor o menor fortuna. En el mejor caso, el paciente debería contactar con uno de los pocos profesionales que existen actualmente, que conocen el tema y que son valientes para aconsejar terapias con cannabinoides; o acercarse a alguna de las asociaciones que realizan trabajos serios o algún dispensario… por ejemplo Kalapa en Barcelona o El Código Verde en Zaragoza.  

C. — Sabemos que te mueves bastante, dando a conocer tu investigación en conferencias, incluso a nivel internacional. ¿Qué opinas sobre la divulgación de tu trabajo?

MG. — Creo que es esencial, incluso lo considero uno de mis deberes para con la sociedad. No en vano, mi trabajo está sufragado en gran medida por los ciudadanos y en consecuencia no solo tengo que trabajar, si no también contar lo que he descubierto y en lo que sigo trabajando. La divulgación científica en general y la de los estudios con cannabis, es esencial  para que la gente sepa qué está tomando, para que se sepa qué puede tomar, cuáles son las ventajas,  cómo puede optimizar el uso de las terapias, obtener los mejores balances terapéuticos, disminuir los efectos indeseados. También es una forma de empoderamiento de los ciudadanos, conocer su salud no solo en boca de un gurú, si no tener verdadero conocimiento de su cuerpo, de su psique, de saber cómo una sustancia, en términos generales y holísticos, le puede beneficiar. Creo que la divulgación en cualquier terreno científico es imprescindible, y en el tema de la salud, del cannabis, lo considero una obligación para ayudar a los ciudadanos a decidir más libremente sobre cuestiones que le afectan directamente.

C. — ¿Crees que existe algún tipo de resistencia por parte de la Administración y de las autoridades para que este tipo de terapias no se conozca?

MG. —El cannabis, como otras muchas sustancias, ha ido adquiriendo un estigma de droga y de sustancia prohibida a lo largo de la historia. Tiene un muro que es muy difícil de saltar. Desde que empezó la conocida como “Guerra contra las Drogas”, ha habido una estigmatización de sustancias con capacidades psicotrópicas. Eso culmina en los años 60 con la elaboración de un catálogo de estupefacientes por parte de las Naciones Unidas que implica la inclusión del cannabis y de sus componentes activos en la lista del “Schedule 1”. Ésta reúne las sustancias más peligrosas, sin efectos terapéuticos apreciables según la ONU y que son categorizadas como altamente tóxicas, altamente adictivas. Es ridículo que a estas alturas de la historia de la humanidad, el THC esté todavía considerado de esta forma ante la ONU y ante la mayoría de las naciones del mundo. Esto produce un efecto muy negativo sobre su conocimiento, su investigación a nivel clínico, sobre su visibilidad en la Administración y en la comunidad médica, que pone muchas trabas que no existen con otras sustancias mucho más tóxicas y que no están sujetas a dichas restricciones.

C. — ¿Cuál crees que será la próxima etapa de tu investigación? ¿Cuáles son los retos que aguardan en el futuro?

MG. — Nuestra gran esperanza es el efecto antitumoral en seres humanos. Yo te diría que el siguiente reto es llevar a cabo un estudio en primera línea con enfermos de Glioblastoma Multiforme, que es el que está recibiendo la terapia estándar (cirugía, radioterapia, quimioterapia…) y añadirle los cannabinoides. De esta manera, comprobar si eso tiene un efecto aditivo y terapéutico sobre la supervivencia y calidad de vida de los pacientes.

Como segundo gran reto, nos planteamos hacer estudios clínicos sobre otros tipos de cáncer, quizá algún subtipo del cáncer de mama, que ya hemos hecho algunas observaciones en el laboratorio. Esos serían dos retos que nos planteamos, digamos, de aquí a cinco años.

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