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¿Sobre cannabis, sobre sanidad o sobre libertad personal?

¿Sobre cannabis, sobre sanidad o sobre libertad personal?

Parece que por suerte (o no, según la deriva que tome) por fin algo empieza a moverse de forma clara en cuanto a los cambios legislativos relativos al cannabis. Más bien, el prohibicionismo está por la labor de adoptar una nueva droga en su grupo de “buenas”.

En principio, podríamos alegrarnos pero quizás estamos a punto de dar un tropezón grave, ya no solo en lo que se conoce como antiprohibicionismo. En este punto podríamos estar al borde de cometer un gran error en lo que al tema médico y de salud pública se refiere.


Cuando se nombra al cannabis como única droga candidata a ser relegalizada estamos ante el mismo obcecado y estúpido prohibicionismo en el que solo se puede consumir la droga que arbitrariamente se elige.

Es decir, ¿hay alguna diferencia entre el prohibicionista que tolera el alcohol pero no el cannabis ni otras drogas y el prohibicionista que lucha por la relegalización del cannabis y exhibe en todo su esplendor su ignorancia diciendo que las demás no se deben legalizar? Por lo menos el prohibicionista clásico tiene claro que el alcohol y el tabaco no son medicinales. Bueno, espera, que aún hay quién piensa que el vino es saludable…

Un movimiento desesperado por llevar a cabo una pseudoregulación del cannabis bajo la bandera de supuestos tratamientos médicos es un error garrafal, tanto para el movimiento antiprohibicionista, como para los pacientes que se podrían beneficiar del uso médico de los principios activos presentes en el cannabis.

Estamos en el s.XXI nuestras condiciones de vida, salubridad y esperanza de vida no son las que son respecto al s.XIX ni s.XX por usar plantas medicinales, precisamente. El constante desarrollo, mejora de nuestros conocimientos y tecnología ha conseguido desde potabilizar el agua o canalizar las fecales, a erradicar la viruela mediante una campaña de vacunación global. Hoy en día un diabético puede pincharse una dosis exacta de insulina (rápida, lenta, e incluso combinada) sin el peligro de contraer enfermedades o sufrir un shock anafiláctico por usar insulina porcina, gracias a la tecnología del ADN recombinante, estamos usando insulina humana.

La lista de logros tecnológicos es tan grande que si nos paramos a pensar en ello resulta bastante estúpido que pretendamos relegalizar una droga en forma de planta para uso médico. Estamos en el 2017, la medicina personalizada esta ya a la vuelta de la esquina, y al mismo tiempo ciertos lobbies pretenden que volvamos a usar como medicamento una planta, es decir, un conjunto de centenares (y seguramente me quedo corto) de principios activos, en lugar de usar el principio activo exactamente cualificado y cuantificado en la forma de administración más adecuada.

No, no es mejor usar una planta, una planta es un laboratorio lleno de principios activos (una sopa de moléculas químicas) en el que nunca podemos saber a ciencia cierta qué y cuanto estamos usando, esto puede parecer una tontería pero no es un tema menor, imagínese usar D. lannata en lugar de 0,25mg exactos de digoxina para su insuficiencia cardíaca.

Sí, podríamos producir cannabis sistemáticamente con su contenido estandarizado en unos pocos principios activos (y aun así estaríamos muy lejos de saber con exactitud la concentración de cada uno de los titulados, desconociendo por completo los no titulados en esa estandarización). Podríamos poner establecimientos dedicados a su distribución, desde farmacias o estancos a nuevos tipos de comercios. Se aceptan propuestas, pero serias, no escondamos al narco en supuestos clubs.

Por otro lado el cannabis cualquiera lo puede cultivar legalmente en su casa, ¿variedades de cannabis en cuanto a relación THC/CBD, ya sin contar con el resto de principios activos de la planta? Innumerables, creo. ¿Se han parado a pensar en ello? Yo sí, lo veo a diario, la vecina de turno diagnosticando y prescribiendo medicamentos a toda su familia y vecindario, y cuando pasa una desgracia la culpa es del facultativo médico, claro.

¿Qué el médico le dice que use cannabis? Pues nada, aquí tengo una semilla, o un vecino que planta unos cañonazos de sativa y a ver que pasa. Demencial.

No niego que esta planta sea tremendamente segura en su uso lúdico, en cuanto al médico no lo voy a negar, pero sí dudar de su seguridad y eficacia. Totalmente innegable su potencial como fuente de nuevos y prometedores medicamentos, para muchas enfermedades. Pero seamos serios. Un paciente -incluso si no ha cotizado en su vida- en España tiene derecho a recibir la mejor atención médica disponible (aquí habrá multitud de anécdotas de lo más variado: precariedad, desabastecimientos, listas de espera, etc.) y esto significa que una persona que necesita THC, o se puede beneficiar de los principios activos del cannabis tiene derecho a ser atendido por personal cualificado con formación reglada (carrera universitaria de la rama sanitaria) y tener acceso a medicamentos seguros y eficaces. Regentar un Club de cannabis no te cualifica para asesorar médicamente a nadie. Y una planta no es un medicamento.

Relegalicen las drogas, TODAS, pero por los motivos correctos. Dejen los tratamientos médicos a los profesionales cualificados, y la producción de medicamentos a la industria autorizada para ello, la que es capaz de ceñirse a las demandas de calidad y seguridad que esta industria requiere. No hemos recorrido tanto para volver atrás, a los tiempos en los que se usaban plantas para beneficiarse de sus moléculas de forma aproximada.

“El dolor no puede esperar”… ¡qué bonita frase! Menos mal que tenemos analgésicos, antiinflamatorios y otros medicamentos indicados para tratar dolores de la forma más adecuada según la ciencia. No dudo de que alguno de los principios activos del cannabis pueda mitigar algún tipo de dolor pero, para eso, primero necesitamos un cambio legislativo y luego mucha investigación e inversión para sacar adelante medicamentos -pero medicamentos de verdad- y no ponernos a jugar a las meigas con plantas y recetas caseras.

No caigamos en la torpeza de relegalizar en base a usos médicos, relegalicemos por la obviedad patente: nuestra libertad de elección como individuos conscientes e informados correctamente. Una persona adulta no se merece ser tratada como un niño ignorante ni como un débil mental incapaz de tomar sus propias decisiones.  El paternalismo que sufrimos en cuanto a nuestro cuerpo ha llegado demasiado lejos.

Y no me digan que permitir el uso lúdico o hedonista de drogas traerá gastos sociales o sanitarios o, por lo menos no me vengan con ese cuento sin los datos necesarios para comparar qué crea más gastos, si un mercado legal -en que sepamos ante qué estamos- o el actual despropósito en el que estamos metidos. Ilegalicen una droga que conocemos y sabemos como tratar con ella, y al día siguiente tendremos en el mercado un nuevo monstruo totalmente desconocido. Y así sucesivamente: véanse todos los derivados del MDMA por ejemplo, todos ellos mucho más peligrosos que una droga aceptablemente segura como el éxtasis, o los terribles cannabinoides sintéticos -agonistas de los receptores de anandamida- todos ellos enormemente más peligrosos que el cannabis, y que no en pocos casos resultan mortales o causantes de serias lesiones.

Otro ejemplo, el caso morfina/opio. ¿Se usa en el 2017 opio para tratar el dolor? Creo que disponiendo de presentaciones de morfina pura, perfectamente cuantificada para saber cuanto estás usando exactamente, hace que el simple planteamiento del uso médico del opio como analgésico esté actualmente fuera de lugar en cualquier foro médico. Claro está que la comparación no es del todo extrapolable: en el caso del opio no saber exactamente la cantidad de morfina que usas, puede llevarte a una sobredosis potencialmente mortal. Aun así, la morfina es “legal” y es un medicamento declarado imprescindible por la OMS. Pero con el THC no pasa lo mismo: no se conoce un caso de toxicidad por dicha planta que cause daños orgánicos, y mucho menos la inexistente “muerte por consumo de cannabis”.

Relegalicemos, pero relegalicemos con coherencia. Y una vez vuelva a ser legal el cannabis, investiguemos sus principios activos, sus aplicaciones médicas, sus dosis efectivas, sus reacciones adversas, sus interacciones: hagamos medicamentos seguros y eficaces, pero no hagamos una chapuza.

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