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ICEERS informa para una incorporación multicultural y sostenible de la iboga

ICEERS informa para una incorporación multicultural y sostenible de la iboga

Arnau Alcaide

El Centro Internacional de Educación, Investigaciones y Servicios de Etnobotánica (ICEERS), presenta su informe concluyente sobre la iboga, árbol tropical cuyo fruto del mismo nombre viene presentando grandes avances en psicoterapia en occidente. Fruto legal de alcaloide prohibido, sus ecosistemas en la selva africana y americana y las poblaciones que mantienen el árbol silvestre están en peligro ante la presión de una demanda que no incorpora el saber tradicional ni el respeto a la sostenibilidad en la obtención de la iboga y su ibogaína.

Contexto internacional de la iboga por ICEERS

Desde el prisma de la ecología, la planta Tabernanthe iboga no ha sido tratada con respeto. En la naturaleza silvestre de África Central, la iboga está siendo cosechada en exceso sin ser replantada, cazada furtivamente y vendida en el mercado negro, donde los beneficios no regresan a las comunidades locales. Las enseñanzas se están compartiendo pero a menudo se las despoja de su conexión con la tradición espiritual del Bwiti y con sus orígenes en África. En el espectro internacional, la iboga y la ibogaína han pasado a formar parte de los servicios ofrecidos por las clínicas para ayudar a las personas que luchan contra diversas adicciones. Estos tratamientos han ayudado a muchas personas. Sin embargo, también ha habido casos de mala praxis, servicios con un notable ánimo de lucro, falta de respeto a las tradiciones e incluso muertes.

De su tradición en África a la actualidad

Tradicionalmente presente en la cuenca del Congo, los pueblos pigmeos, cazadores-recolectores de África Central, característicos por su baja estatura, “fueron los primeros en reconocer las propiedades curativas y espirituales de la iboga”. Es la tradición oral la que sostiene que estos transmitirían el conocimiento a los bantúes, nos explica el informe. “Luego se unieron y desarrollaron la tradición espiritual Bwiti que sigue viva y saludable hoy en día”, cartografían de la historia de la planta.

La iboga en occidente: medicina proscrita

La primera mención de la iboga en Europa apareció en un texto inglés escrito en 1819, y los primeros ejemplares de la planta llegaron a Francia en 1864. A principios del siglo XX, en 1901, se desarrollaron métodos para extraer su alcaloide más potente, la ibogaína. Inicialmente, la ibogaína se introdujo en Francia para tratar la fatiga y la depresión, y no fue hasta 1962, en Estados Unidos, cuando se descubrieron sus potentes efectos para tratar la dependencia a algunas sustancias, como los opioides. Fue en este momento de la historia cuando comenzó la siguiente fase de la misma, ya que se corrió la voz por todo el mundo de la existencia de este tesoro cultural. Las ceremonias y los tratamientos con iboga e ibogaína han demostrado ser increíblemente útiles para las personas con dependencias a los opioides y con otras formas de adicción. Esta propiedad es única, ya que actualmente no se conoce ninguna otra planta o medicina que resulte tan eficaz para ayudar a las personas con adicciones. En una época en la que este tipo de enfermedades se encuentra en auge en muchos países, estos tratamientos han acaparado la atención en Occidente, ya que se siguen buscando soluciones para hacer frente a las epidemias de adicción y a las enfermedades mentales. Sin embargo, por desgracia, en 1970 la ibogaína fue incluida en la Lista I de la Ley de Sustancias Controladas, lo que bloqueó su uso en el ámbito internacional y, por tanto, la condenó a la clandestinidad. A pesar de ello, a finales del siglo XX su conocimiento había aumentado en todo el mundo, y con él la demanda de la planta y su alcaloide.

El árbol de la iboga crece silvestre en la selva tropical, pero este valor incalculable para la biodiversidad de la región se enfrenta a la incorporación de la demanda médica y la extensión de las prácticas de la iboga entre usuariado occidental. Con el precio de mercado al alza, se plantean desafíos como la cosecha no regenerativa del fruto, que puede llegar a ser furtiva por su elevado valor, la alteración no sostenible de los ecosistemas para su producción o que intereses económicos desplacen a las poblaciones locales. Las poblaciones que tradicionalmente lo han recolectado lo hacen con el detalle y conocimiento para su siguiente cosecha.

Compatibilizar dos culturas de la medicina

El informe presenta la problemática de las clínicas existentes, que ofrecen sanación espiritual por la vía tradicional o con innovaciones, pero no están reconocidas legalmente, con sus posibles consecuencias jurídicas. Además, advierte, de que se están cometiendo errores de riesgo para la salud que son evitables con la mera regulación y consiguiente mejora y seguimiento de tratamientos y prácticas. Esta regulación deberá incorporar a las poblaciones que se han relacionado con la iboga y ofrecido el servicio hasta la fecha para conocer su sabiduría tradicional de comunión con el espíritu, la naturaleza y los demás y consensuar sin imponer la armonización de las normativas.

Cómo abordar la iboga en el presente

Así, a medida que se universalizan las prácticas de la iboga, es necesario devolver el regalo cultural con prácticas sostenibles a las poblaciones que tradicionalmente han convivido con el árbol. Estas deben poder seguir recolectándolo silvestre y mantener el ecosistema y sus tierras donde crece como son, sin degradar su hogar. En este sentido, serán dichas poblaciones las que produzan para el mercado y la investigación en las condiciones de sostenibilidad que se han practicado siempre hasta que la presión de la demanda internacional ha entrado en juego. Finalmente, el beneficio económico del procesamiento posterior también se debe preocupar de mantener los ecosistemas y las poblaciones de la iboga, a las que tampoco se debería privar de sus selvas para otros fines.

Países con plantaciones en funcionamiento: se suma América Latina

Gabón, Camerún, Ghana, RD del Congo, Costa Rica, México y Brasil son lugares en los que estaría ya cultivándose iboga en plantaciones, advierten. La iboga no es ilegal, como el árbol de coca, la Cannabis o la amapola real, y se puede cultivar, pero sí es ilegal su alcaloide, la ibogaína. El informe arguye que en esta situación se están perdiendo muchas garantías con la calidad del fruto para consumo y la preservación de sus cualidades silvestres y su cultura. La producción sostenible es en armonía con otras especies del ecosistema selvático, pues el monocultivo de cualquier especie vegetal degrada la tierra por el uso intensivo de unos mismos recursos.

Hacia la síntesis de la ibogaína

El informe apunta a la necesidad de seguir investigando una forma de producir ibogaína sintética para disminuir la presión sobre el árbol y sus ecosistemas. Aunque se conoce cómo, no se puede industrializar el proceso para que resulte rentable, así como tampoco lo resultan las vías alternativas descubiertas como a partir de células o la modificación de otro alcaloide de la Voacanga africana, que sí se produce con fines farmacéuticos y contiene además una pequeña cantidad de ibogaína.

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